sábado, 21 de noviembre de 2015

Niños

Ya se fueron.
Dejaron en silencio el pasillo que fue campo de batalla y estadio de fútbol.
Los libros, esos aperitivos del sueño infantil y que nosotros les recitábamos con rutinaria atonía, duermen, quizá para siempre, en una estantería a la que ya sólo se accede con una escalera de mano construida de madera.
Ésos volúmenes, con las historias de los Grimm o de Andersen o de Sorribas, ahí están desde que en nuestros hijos despuntaron los brotes de la adolescencia.
El polvo se acumula sobre sus hojas como los años se posan sobre nosotros, en silencio y haciendo poco agradable  su tacto como lo hace con nuestra piel. 
Se terminaron los veranos en que las olas del mar ponían la melodía a  la letra de sus sonrisas agudas. Estoy convencido de que el agua se creó para que los niños jugaran. Sin niños no habría agua.  
Es ése tiempo silente. Y lo queremos ignorar. 
Actuamos como si fuéramos una maquina de fotografiar. Creemos  poder detenerlo todo. Quieto, sonríe.
Saliendo de mi pueblo, el camposanto me recuerda que, antes, quizá otros pensaban como yo. Deben estar durmiendo.



2 comentarios:

  1. Haces como Pla -bien lo sabes- y llevas escribiendo este post quince años, por eso detrás de cada palabra hay miles de imágenes, sólo hay que plantarse delante de ellas y mirar con atención. Y todo brota...

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