¿Ventajas? Muchas. Por ejemplo; hay un atentado en París con un montón de muertos. Solo hay que poner los ojos en Twitter y observar, detenidamente, la fortuna que tenemos de vivir entre tanto experto en terrorismo islámico. Un lujo sentirnos tan seguros envueltos de tanto especialista.
O cuando hubo, en julio del 2013, la desgracia del tren Alvia en Santiago de Compostela. Aluciné con la cantidad de ingenieros ferroviarios que había entre la gente que habita virtualmente entre pajaritos azules y huevos de colores. O el día que ocurrió el desastre de Germanwings...
Todo ésto está muy bien. Pero siempre es más agradable el silencio del asno que la explosión de ensordecedores rebuznos que rompen el silencio inquietante de las incógnitas.
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